domingo, 4 de noviembre de 2018

PLEITO HOMENAJE DE SANTA OLALLA Y SU TIERRA A DON ALVAR PÉREZ DE GUZMÁN. 9 DE ABRIL DE 1399. REVISTA ADOVEA 2018


Introducción


Si nos pusiéramos a realizar una encuesta entre los carrichanos, o si lo extendemos comarcalmente entre los vecinos de La Mata, Erustes, Domingo Pérez u Otero, sobre los orígenes de cualquiera de nuestros pueblos, todos sabrían explicarnos a ciencia cierta que son poblaciones antiguas, y con un nexo común: pertenecieron al conde de Orgaz, dentro del Señorío de la Villa de Santa Olalla.

Hasta ahí todo correcto, es algo por todos conocido, pero si siguiéramos preguntando por nuestra historia común, cuándo se unificaron los señoríos de Orgaz y Santa Olalla, qué evolución tuvo el territorio, es muy probable que los resultados fueran totalmente opuestos.

Vamos por tanto a ponernos en marcha, y a comenzar con una tarea pendiente desde hace siglos, dando a conocer nuestra historia común, presentando a los personajes históricos más importantes y los hechos que destacaron en sus vidas.

Cuando en 1366 contraen matrimonio Martín Fernández de Guzmán, hijo de don Pedro Nuñez de Guzmán, señor de Olvera y Ayamonte, y doña Aldonza Fernández de Toledo, VI señora de Orgaz, y María López de Orozco, hija de don Íñigo López de Orozco, II señor de Santa Olalla y doña Marina García de Meneses comenzó una nueva etapa en nuestra historia, dando lugar en su hijo Álvar Pérez de Guzmán, a la unión de los dos señoríos.

¿Quién fue don Álvar Pérez de Guzmán?

Don Álvar Pérez de Guzmán tuvo que nacer en el año 1373 o en 1374. Fue hijo de Martín Fernández de Guzmán, VII señor de Orgaz, y de doña María de Orozco y Meneses, III señora de Santa Olalla.

Muy pequeño fallece su padre don Martín, en 1377, de una larga enfermedad, a quien sucede en los señoríos su madre y viuda doña María de Orozco.

Muy poco tarda su madre en buscar padrastro a don Álvar, ya que en 1379 se vuelve a casar, esta vez con don Juan Rodríguez de Castañeda, señor de Castañeda y de las Hormazas, con el que tuvo tres hijos: Juan, Marina y Elvira. Murió en la batalla de Troncoso, en 1385.

Por tercera vez doña María encuentra marido en 1390, en esta ocasión, don Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de Santiago, señor de Zafra, Feria y Villalba, con el que tendrá tres hijas: Teresa, Catalina y María.

En 1391 don Álvar se casa con Beatriz Gómez de Silva, hija de don Arias Gómez de Silva, señor de Uñón y de la casa de Silva, alcaide mayor de Guimerans, Santarem, Valencia y Cerveira. Fue ayo y alférez mayor de Fernando I de Portugal y su embajador en Castilla. Sirvió a Alonso IV, Pedro I, y a Fernando I de Portugal. En 1385 perdió la villa y castillo de Guimerans por lo que pasó a Castilla con su familia a servir a Juan I que le premió con el título de condestable de Portugal. Casado con Urraca Tenorio, hermana del arzobispo, hijos de Juan Tenorio, comendador de Estepa y trece de la Orden de Santiago, nietos de Alonso Jofre Tenorio que fue adelantado de Castilla en 1317, almirante de Castilla con  Alfonso XI, de quien fue también su guarda mayor.

El matrimonio era, evidentemente, del agrado de doña María, como no podía ser de otra manera, por el linaje familiar de la novia y por el cargo del tío de la contrayente, don Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo.



Este parentesco familiar ayudó a don Álvar para entrar en el más alto nivel político y figurar entre las principales familias castellanas. Tampoco se puede obviar que muchos de los hijos de su madre con su segundo y tercer marido pertenecieron a importantes e influyentes familias de Castilla en los finales del siglo XIV y todo el siglo XV, aunque don Álvar tuvo continuos pleitos con sus hermanastros por la partición de los bienes de su madre, doña María de Orozco.

A pesar de todo don Álvar fue, por herencia de su tío, alguacil mayor de Sevilla en 1394, además de ricohome de Castilla y como tal lo encontramos confirmando privilegios reales desde los últimos años del siglo XIV, cargo éste que le aportaba más rentas que toda la relevancia que pudiera conseguir en la corte.

Es posible que por el puesto de alguacil mayor de Sevilla, Álvar y su familia tuvieran que desviar su atención hacia esta ciudad, aunque fuera temporalmente, pero sin llegar a abandonar sus haciendas toledanas.

Si a esos bienes de la familia en Toledo, con casas y propiedades, añadimos los de Segovia y Madrid, así como los de Sevilla y Huelva, podemos ver que el patrimonio de don Álvar era considerable.

Don Álvar Pérez de Guzmán y doña Beatriz Gómez de Silva tuvieron 6 hijos que fueron:

       Doña María, hija primogénita fallecida muy niña.
       Don Alfonso Pérez de Guzmán, quien le siguió en la sucesión de los señoríos.
       Don Pedro Núñez de Guzmán, teniente alguacil mayor de Sevilla por su hermano mayor.
       Doña Leonor de Guzmán, casada con Juan Ponce de León, señor de Marchena, conde de Arcos.
       Don Martín de Guzmán, canónigo de Sevilla y Toledo.
       Doña Beatriz de Guzmán, que casó con Ruy Díaz de Mendoza, señor de Morón, progenitores de los condes de Castrogeriz y marqueses de Camarasa.

Toma de posesión de Santa Olalla y su Tierra

Tras el fallecimiento de su madre doña María de Orozco, y dos meses después del reparto de sus bienes, don Álvar Pérez de Guzmán tomó posesión de Santa Olalla y su Tierra en un acto solemne celebrado en el atrio o portal de la Iglesia de San Julián.

Se reunieron el Concejo “pleno”, con los alcaldes y hombres buenos de la villa:

Garçía Martínez, el Mozo, alcallde, et Alfonso Ferrández de Ferrera, alcalde, Martín Martínez, el Viejo, alguazil, et Pero Garçía, Alfonso Martínez, Miguel Diéguez et Gonçalo Sánchez, los quatro omnes buenos

vecinos cristianos, la aljama judía (bastante numerosa e importante en Santa Olalla) y los vecinos de 9 lugares del señorío para rendir pleitesía al nuevo Señor:

Et de Techada, [...] Et del aldea de Domingo Pérez, [...] Et de Ferustes, [...] Et de Carriches, Andrés Ferrández, fijo de Diego Pérez, et Benito Ferrández, fijo de Matheos Ferrández, et Diego Ferrández, fijo de Benito Sánchez et Matheos Ferrández, fijo de Diego Ferrández et Francisco González, fijo de Antón González. Et de Menbrillar, [...] Et de Adovea, Ferrando Alfonso, fijo de Iohán Ferrández, et Iohán Ferrández, fijo de Miguel Pérez, et Benito González, fijo de Rrodrigo Alfonso, et Iohán Martínez, fijo de Ferrando Martínez, et Gonzalo Alfonso, fijo de Diego Ferrández. Et de La Mata  [...] Et de Cuelgamuros, [...] et otros vezinos de la dicha villa et de las dichas sus aldeas et su término,

En el mismo, don Álvar dejaba constancia de su derecho sobre el señorío por cartas de privilegio que los reyes habían otorgado a sus antecesores, y diferentes documentos familiares que se relacionan en la escritura.

Por lo qual la dicha villa Sancta Olalla con sus aldeas et términos et vasallos et con todo lo que dicho pertenesçía et pertenesçe a mí,

Don Álvar requirió y mandó a los vecinos de Santa Olalla hasta por tres veces que lo aceptasen como señor a riesgo de incurrir en pena, además de presentar a su hija María, como su legítima heredera, ordenando que le besaran las manos en señal de vasallaje.

También dejó claro en el mismo acto que sería él quien nombrase los nuevos oficiales, que se acatarían sus mandamientos y las sentencias de juicio, además de pagar las rentas que les correspondieran. A cambio de todo ello el señor se comprometía con sus buenos vasallos a guardarlos, mantenerlos y honrarlos, proteger sus haciendas, lo que don Álvar tuvo que jurar.

El Concejo y todos los cargos se comprometieron, juntamente con todos los moradores de Santa Olalla, su aljama y su todo su término, a aceptarlo como señor y en señal de vasallaje besaron sus manos:

A vos, don Álvar Péres, el conçejo et alcalldes et aguazil et omnes buenos de la vuestra villa de Sancta Olalla et de su tierra, así los que aquí son commo los absentes, vezinos et moradores de la dicha villa et aldeas, Et, otrosí, la alfama de los vuestros judíos de la dicha vuestra vuestra villa, vuestros vasallos [...] del vuestro noble sennorío que somos bien çiertos et testificados verdaderamente et sin dubda alguna que la dicha villa, con sus términos et aldeas  et justiçia et jurisdiçión et vasallos et derechos et pertenençias et alfama, [...] que era et es vuestra et a vos perteneçía et pertenesçe commo verdadero mayoradgo.

Tras el besamanos, todos los presentes juraron por sí y en nombre de las “ánimas” de los ausentes de obedecer sus órdenes, de no obrar en contra y de no aceptar a ningún otro como su señor, haciéndolo extensivo a sus sucesores. Con ello, también se comprometían a defender los derechos de don Álvar y de sus descendientes y comprometían para ello todos sus bienes.



Entonces don Álvar tomó posesión del señorío, mandando que los oficiales de la villa abandonasen sus puestos y no ejercieran más como tales. Ellos lo aceptaron y pusieron en sus manos dichos cargos.

Inmediatamente después don Álvar procedió al nombramiento de los nuevos cargos, poniendo como alcaldes a Diego Fernández y a Francisco Pérez, a Gonzalo Martínez como alguacil, y a Fernando Alfonso de Balaunde, Lope Ruiz, Fernando Alfonso y Antón Ruiz como hombres buenos y, a continuación, volvió a nombrar los mismos porteros a los que había pedido su renuncia, dando instrucciones para que todos los nombrados ocuparan sus cargos siendo obedientes a su señor y no aceptaran órdenes de nadie salvo de él, con la excepción del rey, como señor que es de todos ellos.

A lo cual todos contestaron, “Sennor don Álvar Pérez así lo prometemos” y la ceremonia continuó tocando cada uno de ellos los Evangenlios jurando cumplir todo lo prometido.

Tras en juramento, don Álvar se comprometió a ser un buen señor y a ampliar, guardar y defender a sus vasallos, y como tal, a administrar y gobernar con derecho. A continuación les preguntó a qué fuero estaban sometidos, respondiendo que fueron poblados con el libro de las leyes que se llama Flores, por el que eran juzgados y administrados. Don Álvar se lo confirmó y les dio dicho fuero por ley.

Una vez terminada la toma de posesión, don Álvar ordenó dar comienzo a las celebraciones por tal acontecimiento, para lo que ordenó al nuevo alguacil, Gonzalo Martínez, que hiciera matar 20 pares de gallinas, 6 ánsares y 6 carneros; también debería traer pan y vino, manteles y mesas, así como cebada y paja para los animales. Todo un banquete para la época.

Una vez acabado el ágape, se prosiguió con los actos de posesión, esta vez la celebración de algunos juicios que confirmarían el derecho jurisdiccional de don Álvar. Para ello se procedió a pregonar que acudiesen todos aquellos que tuviesen pleitos o demandas al atrio de la iglesia de San Julián, donde se acostumbraban a celebrar los juicios.

A la convocatoria acudieron varios vecinos:

En primer lugar compareció Gonzalo Gómez, que había prestado por necesidad a Diego Fernández una taza con un marco de plata y, transcurridos dos meses, todavía no había sido devuelta. Durante el juicio, Diego aceptó deberle a Gonzalo la taza y el marco de plata, a lo que don Álvar falló que la devolviese dentro de los nueve días siguientes, condenándole a pagar las costas cuyo importe calcularía el propio don Álvar.

El segundo caso parecía algo más difícil: se presentó ante el nuevo señor García Martínez el Mozo, quien declaró que había prestado 100 florines a Alfonso Fernández, que lo negó. Don Álvar hizo prestar juramento a Alfonso quien juró que nunca había recibido ese dinero, por lo que don Álvar condenó a García Martínez a pagar las costas.

El tercer caso: se presentó ante don Álvar el judío don Samuel Abén Gatón quien demandaba del cristiano Fernando López los 500 maravedís de la renta de la alcabala del pescado que no había pagado dentro del plazo establecido. Fernando López aceptó que debía dicha cantidad ante don Álvar, quien le emplazó para que la pagase antes de tres días, además condenarle a pagar las costas.

El último caso se trató de un caso penal: Alfonso Vázquez, vecino de Cespedosa, denunció a Benito Cuantro, vecino de Martín Ruiz, por haberle atacado y dado 5 o 6 palos, que lo dejaron malherido. Don Álvar mandó al alguacil de Santa Olalla que lo fuera a buscar y lo trajese preso, lo que cumplió y trajo atado con una cadena de hierro. El atacante aceptó que se había encontrado y él, pero que aun llevando una aguijada, no lo había atacado. Ante la incapacidad de Alfonso de presentar testigos, don Álvar dictaminó que Benito quedase bajo la vigilancia de su hermano, Miguel Hernández, garante de su conducta.

Una vez impartida la justicia por el nuevo señor, don Álvar pidió a los notarios que levantasen acta de todo lo acontecido, lo que llevaron cabo realizando varias copias de la escritura: una para don Álvar, otra para el Concejo santaolallero, otras 9 copias para cada una de las aldeas y otra para la aljama de los judíos.

Jesús Sánchez de Haro
Cronista Oficial de Carriches



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