Introducción
Si nos pusiéramos a realizar una
encuesta entre los carrichanos, o si lo extendemos comarcalmente entre los
vecinos de La Mata, Erustes, Domingo Pérez u Otero, sobre los orígenes de
cualquiera de nuestros pueblos, todos sabrían explicarnos a ciencia cierta que
son poblaciones antiguas, y con un nexo común: pertenecieron al conde de Orgaz,
dentro del Señorío de la Villa de Santa Olalla.
Hasta ahí todo correcto, es algo por
todos conocido, pero si siguiéramos preguntando por nuestra historia común, cuándo
se unificaron los señoríos de Orgaz y Santa Olalla, qué evolución tuvo el
territorio, es muy probable que los resultados fueran totalmente opuestos.
Vamos por tanto a ponernos en marcha,
y a comenzar con una tarea pendiente desde hace siglos, dando a conocer nuestra
historia común, presentando a los personajes históricos más importantes y los
hechos que destacaron en sus vidas.
Cuando en 1366 contraen matrimonio Martín Fernández de Guzmán, hijo de don
Pedro Nuñez de Guzmán, señor de Olvera y Ayamonte, y doña Aldonza Fernández de
Toledo, VI señora de Orgaz, y María
López de Orozco, hija de don Íñigo López de Orozco, II señor de Santa
Olalla y doña Marina García de Meneses comenzó una nueva etapa en nuestra
historia, dando lugar en su hijo Álvar Pérez de Guzmán, a la unión de los dos
señoríos.
¿Quién
fue don Álvar Pérez de Guzmán?
Don Álvar Pérez de Guzmán tuvo que
nacer en el año 1373 o en 1374. Fue hijo de Martín Fernández de Guzmán, VII señor
de Orgaz, y de doña María de Orozco y Meneses, III señora de Santa Olalla.
Muy pequeño fallece su padre don
Martín, en 1377, de una larga enfermedad, a quien sucede en los señoríos su
madre y viuda doña María de Orozco.
Muy poco tarda su madre en buscar
padrastro a don Álvar, ya que en 1379 se vuelve a casar, esta vez con don Juan
Rodríguez de Castañeda, señor de Castañeda y de las Hormazas, con el que tuvo
tres hijos: Juan, Marina y Elvira. Murió en la batalla de Troncoso, en 1385.
Por tercera vez doña María encuentra
marido en 1390, en esta ocasión, don Lorenzo Suárez de Figueroa, maestre de
Santiago, señor de Zafra, Feria y Villalba, con el que tendrá tres hijas:
Teresa, Catalina y María.
En
1391 don Álvar se casa con Beatriz Gómez de Silva, hija de don Arias Gómez de
Silva, señor de Uñón y de la casa de Silva, alcaide mayor de Guimerans,
Santarem, Valencia y Cerveira. Fue ayo y alférez mayor de Fernando I de
Portugal y su embajador en Castilla. Sirvió a Alonso IV, Pedro I, y a Fernando
I de Portugal. En 1385 perdió la villa y castillo de Guimerans por lo que pasó
a Castilla con su familia a servir a Juan I que le premió con el título de
condestable de Portugal. Casado con Urraca Tenorio, hermana del arzobispo,
hijos de Juan Tenorio, comendador de Estepa y trece de la Orden de Santiago,
nietos de Alonso Jofre Tenorio que fue adelantado
de Castilla en 1317, almirante de
Castilla con Alfonso XI, de quien fue
también su guarda mayor.
El
matrimonio era, evidentemente, del agrado de doña María, como no podía ser de
otra manera, por el linaje familiar de la novia y por el cargo del tío de la
contrayente, don Pedro Tenorio, arzobispo de Toledo.
Este
parentesco familiar ayudó a don Álvar para entrar en el más alto nivel político
y figurar entre las principales familias castellanas. Tampoco se puede obviar
que muchos de los hijos de su madre con su segundo y tercer marido pertenecieron
a importantes e influyentes familias de Castilla en los finales del siglo XIV y
todo el siglo XV, aunque don Álvar tuvo continuos pleitos con sus hermanastros
por la partición de los bienes de su madre, doña María de Orozco.
A
pesar de todo don Álvar fue, por herencia de su tío, alguacil mayor de Sevilla
en 1394, además de ricohome de Castilla y como tal lo encontramos confirmando
privilegios reales desde los últimos años del siglo XIV, cargo éste que le
aportaba más rentas que toda la relevancia que pudiera conseguir en la corte.
Es posible que por el puesto de
alguacil mayor de Sevilla, Álvar y su familia tuvieran que desviar su atención
hacia esta ciudad, aunque fuera temporalmente, pero sin llegar a abandonar sus
haciendas toledanas.
Si
a esos bienes de la familia en Toledo, con casas y propiedades, añadimos los de
Segovia y Madrid, así como los de Sevilla y Huelva, podemos ver que el
patrimonio de don Álvar era considerable.
Don Álvar Pérez de Guzmán y doña Beatriz
Gómez de Silva tuvieron 6 hijos que fueron:
• Doña
María, hija primogénita fallecida muy niña.
• Don
Alfonso Pérez de Guzmán, quien le siguió en la
sucesión de los señoríos.
• Don
Pedro Núñez de Guzmán, teniente alguacil mayor de Sevilla por su hermano mayor.
• Doña
Leonor de Guzmán, casada con Juan Ponce de León, señor de Marchena, conde de Arcos.
• Don
Martín de Guzmán, canónigo de Sevilla y Toledo.
• Doña
Beatriz de Guzmán, que casó con Ruy Díaz de Mendoza, señor de Morón,
progenitores de los condes de Castrogeriz y marqueses de Camarasa.
Toma
de posesión de Santa Olalla y su Tierra
Tras
el fallecimiento de su madre doña María de Orozco, y dos meses después del reparto
de sus bienes, don Álvar Pérez de
Guzmán tomó posesión de Santa Olalla y su Tierra en un acto solemne celebrado
en el atrio o portal de la Iglesia de San Julián.
Se
reunieron el Concejo “pleno”, con los alcaldes y hombres buenos de la villa:
Garçía
Martínez, el Mozo, alcallde, et Alfonso Ferrández de Ferrera, alcalde, Martín
Martínez, el Viejo, alguazil, et Pero Garçía, Alfonso Martínez, Miguel Diéguez
et Gonçalo Sánchez, los quatro omnes buenos
vecinos
cristianos, la aljama judía (bastante numerosa e importante en Santa Olalla) y
los vecinos de 9 lugares del señorío para rendir pleitesía al nuevo Señor:
Et
de Techada, [...] Et del aldea de Domingo Pérez, [...] Et de Ferustes, [...] Et de Carriches, Andrés Ferrández, fijo de
Diego Pérez, et Benito Ferrández, fijo de Matheos Ferrández, et Diego
Ferrández, fijo de Benito Sánchez et Matheos Ferrández, fijo de Diego Ferrández
et Francisco González, fijo de Antón González. Et de Menbrillar, [...] Et de Adovea,
Ferrando Alfonso, fijo de Iohán Ferrández, et Iohán Ferrández, fijo de Miguel
Pérez, et Benito González, fijo de Rrodrigo Alfonso, et Iohán Martínez, fijo de
Ferrando Martínez, et Gonzalo Alfonso, fijo de Diego Ferrández. Et de La Mata [...] Et de Cuelgamuros, [...] et otros vezinos de la dicha villa et de las
dichas sus aldeas et su término,
En
el mismo, don Álvar dejaba constancia de su derecho sobre el señorío por cartas
de privilegio que los reyes habían otorgado a sus antecesores, y diferentes
documentos familiares que se relacionan en la escritura.
Por lo qual
la dicha villa Sancta Olalla con sus aldeas et términos et vasallos et con todo
lo que dicho pertenesçía et pertenesçe a mí,
Don
Álvar requirió y mandó a los vecinos de Santa Olalla hasta por tres veces que
lo aceptasen como señor a riesgo de incurrir en pena, además de presentar a su
hija María, como su legítima heredera, ordenando que le besaran las manos en
señal de vasallaje.
También dejó claro en el mismo acto que sería él quien nombrase
los nuevos oficiales, que se acatarían sus mandamientos y las sentencias de
juicio, además de pagar las rentas que les correspondieran. A cambio de todo
ello el señor se comprometía con sus buenos vasallos a guardarlos, mantenerlos
y honrarlos, proteger sus haciendas, lo que don Álvar tuvo que jurar.
El Concejo y todos los cargos se
comprometieron, juntamente con todos los moradores de Santa Olalla, su aljama y
su todo su término, a aceptarlo como señor y en señal de vasallaje besaron sus
manos:
A vos, don
Álvar Péres, el conçejo et alcalldes et aguazil et omnes buenos de la vuestra villa de Sancta Olalla et de su
tierra, así los que aquí son commo los absentes, vezinos et moradores de la dicha villa et aldeas, Et, otrosí, la alfama de los vuestros judíos de la dicha vuestra vuestra villa, vuestros
vasallos [...] del vuestro noble sennorío que somos bien çiertos et testificados verdaderamente et sin
dubda alguna que la dicha villa, con
sus términos et aldeas et justiçia et
jurisdiçión et vasallos et derechos et pertenençias et alfama, [...] que era et
es vuestra et a vos perteneçía et pertenesçe commo verdadero mayoradgo.
Tras
el besamanos, todos los presentes juraron por sí y en nombre de las “ánimas” de
los ausentes de obedecer sus órdenes, de no obrar en contra y de no aceptar a
ningún otro como su señor, haciéndolo extensivo a sus sucesores. Con ello,
también se comprometían a defender los derechos de don Álvar y de sus
descendientes y comprometían para ello todos sus bienes.
Entonces don Álvar tomó posesión del señorío, mandando que los oficiales de
la villa abandonasen sus puestos y no ejercieran más como tales. Ellos lo aceptaron
y pusieron en sus manos dichos cargos.
Inmediatamente
después don Álvar procedió al nombramiento de los nuevos cargos, poniendo como
alcaldes a Diego Fernández y a Francisco Pérez, a Gonzalo Martínez como
alguacil, y a Fernando Alfonso de Balaunde, Lope Ruiz, Fernando Alfonso y Antón
Ruiz como hombres buenos y, a continuación, volvió a nombrar los mismos
porteros a los que había pedido su renuncia, dando instrucciones para que todos
los nombrados ocuparan sus cargos siendo obedientes a su señor y no aceptaran
órdenes de nadie salvo de él, con la excepción del rey, como señor que es de
todos ellos.
A lo cual todos contestaron, “Sennor
don Álvar Pérez así lo prometemos” y la ceremonia continuó tocando cada uno de
ellos los Evangenlios jurando cumplir todo lo prometido.
Tras en juramento, don Álvar se
comprometió a ser un buen señor y a ampliar, guardar y defender a sus vasallos,
y como tal, a administrar y gobernar con derecho. A continuación les preguntó a
qué fuero estaban sometidos, respondiendo que fueron poblados con el libro de
las leyes que se llama Flores, por el que eran juzgados y administrados. Don
Álvar se lo confirmó y les dio dicho fuero por ley.
Una vez terminada la toma de posesión,
don Álvar ordenó dar comienzo a las celebraciones
por tal acontecimiento, para lo que
ordenó al nuevo alguacil, Gonzalo Martínez, que hiciera matar 20 pares
de gallinas, 6 ánsares y 6 carneros; también debería traer pan y vino, manteles
y mesas, así como cebada y paja para los animales. Todo un banquete para la
época.
Una
vez acabado el ágape, se prosiguió con los actos de posesión, esta vez la
celebración de algunos juicios que confirmarían el derecho jurisdiccional de
don Álvar. Para ello se procedió a pregonar que acudiesen todos aquellos que
tuviesen pleitos o demandas al atrio de la iglesia de San Julián, donde se
acostumbraban a celebrar los juicios.
A
la convocatoria acudieron varios vecinos:
En
primer lugar compareció Gonzalo Gómez, que había prestado por necesidad a Diego
Fernández una taza con un marco de plata y, transcurridos dos meses, todavía no
había sido devuelta. Durante el juicio, Diego aceptó deberle a Gonzalo la taza
y el marco de plata, a lo que don Álvar falló que la devolviese dentro de los
nueve días siguientes, condenándole a pagar las costas cuyo importe calcularía
el propio don Álvar.
El segundo caso parecía algo más
difícil: se presentó ante el nuevo señor García Martínez el Mozo, quien declaró
que había prestado 100 florines a Alfonso Fernández, que lo negó. Don Álvar
hizo prestar juramento a Alfonso quien juró que nunca había recibido ese
dinero, por lo que don Álvar condenó a García Martínez a pagar las costas.
El tercer caso: se presentó ante don Álvar
el judío don Samuel Abén Gatón quien demandaba del cristiano Fernando López los
500 maravedís de la renta de la
alcabala del pescado que no había pagado dentro del plazo establecido. Fernando
López aceptó que debía dicha cantidad ante don Álvar, quien le emplazó para que la pagase antes de tres días, además
condenarle a pagar las costas.
El último caso se trató de un caso
penal: Alfonso Vázquez, vecino de Cespedosa, denunció a Benito Cuantro, vecino
de Martín Ruiz, por haberle atacado y dado 5 o 6 palos, que lo dejaron
malherido. Don Álvar mandó al alguacil de Santa Olalla que lo fuera a buscar y
lo trajese preso, lo que cumplió y trajo atado con una cadena de hierro. El
atacante aceptó que se había encontrado y él, pero que aun llevando una
aguijada, no lo había atacado. Ante la incapacidad de Alfonso de presentar
testigos, don Álvar dictaminó que Benito quedase bajo la vigilancia de su
hermano, Miguel Hernández, garante de su conducta.
Una vez impartida la justicia por el
nuevo señor, don Álvar pidió a los notarios que levantasen acta de todo lo acontecido, lo que llevaron cabo realizando varias copias de la escritura: una para don Álvar, otra
para el Concejo santaolallero, otras 9
copias para cada una de las aldeas y otra para la aljama de los judíos.
Jesús
Sánchez de Haro
Cronista Oficial de Carriches